Por: Ignacio Carbajo Pascau
Los composites, o materiales compuestos,
tienen la curiosa característica de estar formados por varios tipos de
materiales a la vez, unos como fibras o simples partículas y otros como
los contenedores de éstas (matrices). Si están bien confeccionados,
pueden adquirir las propiedades de ambos y, no solo eso, también
potenciarlas todavía más. Aunque dicho así puede parecer que habría
posibilidades ilimitadas, en la práctica no son fáciles de conseguir ya
que tienen problemas de corrosión, estabilidad, etc., y se necesita un
gran trabajo para conseguir un resultado óptimo. Pero, sin duda, eso no
ha desanimado al progreso y hoy en día se utilizan una amplia gama de
materiales compuestos, desde el antiguo adobe o el conocido hormigón a
otros más modernos como el Cermet o el CRFP (Polímero con fibra de
carbono). Las industrias que podrían parecer más beneficiadas de los
composites serían la aeronáutica, la automovilística y la construcción,
pero en el siglo XXI decir que un material es exclusivo de una industria
sería como ponerle puertas al campo.
Y la pregunta obligada surgió, ¿por qué
no aplicar la nanotecnología a los composites? Pues manos a la obra. Se
calcula que el crecimiento de la producción anual de nanocomposites se
incrementa cada año en un 25 %, y eso que estamos sólo al principio. Un
caso específico de estos nanocomposites son los que tienen como base un
metal, los llamados MMNCs (Metal Matrix Nanocomposites). Éstos tienen un
gran futuro en las industrias antes citadas, y en muchas otras, como el
campo de la electrónica o la eficiencia energética de procesos.
El requisito es sencillo: las partículas, fibras, discos, lo que sea,
deben de tener (por lo menos en una de sus tres dimensiones) tamaño de
hasta cien nanómetros.
Se han dedicado muchos estudios para conseguir fabricar MMNCs eficientemente,
para que se puedan sintetizar comercialmente de forma rentable . Pero
no es tarea sencilla, hay infinidad de métodos, pero todos ellos
bastante caros: Deposición con espray, pirólisis en espray, infiltración
de metal líquido, electrodeposición, CVD, PVD, etc. Sin embargo, se ha
hecho avances en este aspecto, investigando en el complejo método de
solidificación rápida (104–107 °C/s), que es más económico, aunque
todavía con menos prestaciones. El talón de Aquiles de la fabricación de
los nanocomposites es conseguir que las nanopartículas se distribuyan
como nosotros queramos (homogéneamente o no) sin que reaccionen con el
metal, se acumulen todas en sitios específicos (ya que tienden a
juntarse), o se ‘despeguen’ de él (para saber más).
Los MMNCs más comunes suelen ser de
aluminio, magnesio (metales ligeros), hierro, estaño, wolframio o plomo.
A ellos se les puede añadir algún tipo de partículas como óxido de
aluminio, óxido de titanio, carburo de silicio, nitruro de silicio, o la
fórmula secreta, los nanotubos de carbono. Los CNT (Carbon nanotubes),
descubiertos en 1991, son una especie ideal para los MMNCs como veremos a
continuación.
La gran cantidad de nanopartículas para
añadir no solo pueden mejorar sus propiedades mecánicas, sino que
también pueden modificar significativamente sus propiedades térmicas,
eléctricas, biocorrosión, y muchas más. Por ejemplo, al añadir CNTs se
puede conseguir materiales con una alta conductividad eléctrica solo en
una dirección deseada. Además, regulando el porcentaje de CNTs que
depositamos, es posible controlar la expansión térmica (a menudo
indeseable). Otro ejemplo es el magnesio con nanopartículas de
fluorapatita que consigue controlar los efectos de la biodegradación.
El aluminio conteniendo carburo de
silicio en nanopartículas consigue excelentes propiedades térmicas, por
lo que puede utilizarse como empaquetamiento de dispositivos
electrónicos, en los que actualmente se utiliza aleaciones de cobre con
wolframio o con molibdeno. Disolviendo partículas de magnesio y silicio
se consigue reducir todavía más su conductividad térmica. Para
propiedades estructurales también puede ser útil, como el aluminio con
nanopartículas de óxido de aluminio, el cual incrementó su resistencia
cerca de 15 veces, siendo este ligero MMNC casi dos veces más
resistente que el acero inoxidable.
Este campo es alentador e interesante (libro para aprender más),
ya que todavía queda mucho estudio teórico por hacer que pueda prever y
reducir los defectos de la producción de MMNCs. Ya se estudia este tema
en todo el mundo (como en la Universidad Jiao Tong de Shangai),
incluso se publican patentes, y cuando se vayan afinando los procesos
de sintetización y el estudio de su propiedades eléctricas, térmicas,
mecánicas, etc., seguro que nos encontraremos con un gran abanico de
posibilidades.
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